“Habemus Papam: Robert Francis Prevost es elegido León XIV, el nuevo Papa de la Iglesia Católica”

Con una Plaza de San Pedro abarrotada y el mundo conteniendo el aliento, el humo blanco ha marcado el inicio de una nueva era: el cardenal Robert Francis Prevost ha sido elegido como el Papa número 267, tomando el nombre de León XIV. ¿Quién es este hombre reservado que ahora liderará a más de mil millones de católicos?

“Annuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam!” —Con estas palabras solemnes, el protodiácono Dominique Mamberti ha anunciado al mundo desde el balcón central de la basílica de San Pedro la elección del nuevo Papa: el cardenal Robert Francis Prevost, quien a partir de hoy será conocido como León XIV, el 267º Pontífice de la Iglesia Católica.
La elección ha sorprendido tanto por su rapidez como por el perfil del elegido. El cónclave, integrado por 133 cardenales de 71 países —el más multicultural de la historia—, necesitó apenas cuatro votaciones para alcanzar los dos tercios necesarios (89 votos) y designar a quien sustituirá a Francisco tras más de una década de pontificado.

La fumata blanca apareció antes del mediodía, provocando un estallido de júbilo entre los más de 50.000 fieles congregados en la Plaza de San Pedro. Muchos de ellos seguían el ritual en silencio, entre oraciones y lágrimas contenidas. Al pronunciarse el nombre de Prevost, se impuso una mezcla de sorpresa, emoción y expectativa.

Robert Francis Prevost, nacido en Chicago en 1955, tiene raíces familiares franco-españolas y una trayectoria profundamente marcada por América Latina. Vivió y trabajó en Perú durante más de 40 años, donde fue obispo y misionero. Su español fluido, su cercanía con las comunidades pobres y su estilo pastoral sencillo le han ganado el respeto en el continente y más allá.
Prevost pertenece a la Orden de San Agustín, de la que fue superior general. Francisco lo nombró en 2023 como prefecto del Dicasterio para los Obispos, uno de los cargos más influyentes de la Curia Romana. Desde ese lugar, ha trabajado silenciosamente en el nombramiento de obispos en todo el mundo, estableciendo lazos con líderes eclesiales de los cinco continentes.
Sin embargo, su elección como Papa rompe con una norma no escrita en la Iglesia: evitar que un estadounidense lidere el Vaticano, por las implicaciones geopolíticas que conlleva. En tiempos de fuerte polarización, su figura parece responder a la necesidad de tender puentes, tanto dentro de la Iglesia como hacia el mundo exterior.

El nombre elegido, León XIV, no es menor. Hace referencia a una línea de Papas que históricamente han estado asociados con reformas, firmeza doctrinal y liderazgo en tiempos turbulentos. León XIII (1878–1903), por ejemplo, fue uno de los papas más influyentes del siglo XIX, autor de la encíclica Rerum Novarum, piedra angular de la Doctrina Social de la Iglesia.
El nuevo pontífice hereda un escenario desafiante: una Iglesia global fragmentada, marcada por escándalos de abusos, pérdida de fieles en Europa y América del Norte, pero también por un crecimiento vigoroso en África y Asia. La crisis de vocaciones, el rol de la mujer, la relación con la comunidad LGBTQ+, y la lucha por mantener la autoridad moral frente al mundo moderno, estarán sobre su escritorio desde el primer día.
Aún es pronto para saber hacia dónde orientará su pontificado. No ha dado entrevistas, ha mantenido un perfil reservado y ha evitado el protagonismo mediático. Sin embargo, quienes lo conocen destacan su capacidad de escucha, su talante conciliador y su habilidad para mediar entre posiciones enfrentadas.
En Estados Unidos, se le considera una figura de consenso dentro de una Iglesia profundamente dividida entre sectores progresistas y ultraconservadores. En el Vaticano, se le reconoce por su eficiencia, humildad y claridad en temas de gobierno. Para muchos, podría ser un “puente” entre el espíritu reformista de Francisco y una gestión más estructurada y administrativa.

La jornada de hoy marca el inicio de una nueva etapa para la Iglesia Católica. La rapidez con la que se ha alcanzado un consenso refleja, quizás, la urgencia con la que los cardenales perciben los desafíos globales: guerras, migración, pobreza, cambio climático, descrédito institucional y pérdida de fe en las estructuras tradicionales.
Con la elección de León XIV, el Vaticano parece querer enviar un mensaje claro: la Iglesia sigue viva, atenta al mundo, y dispuesta a renovarse sin romper con sus raíces.
El mundo católico —y no solo él— estará observando cada palabra, cada gesto, cada paso del nuevo Papa. Porque, en definitiva, más allá de la liturgia y el protocolo, hoy ha comenzado una historia nueva.

 

Leave a Comment

Abrir chat
Hola 👋
Quiero programar una canción